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El Dorado. La ciudad Perdida del Oro

El Dorado es una ciudad completamente hecha de oro, según las leyendas.

Los antiguos colombinos ofrecían montones de oro en reverencia al sol y para mantener la armonía con el cosmos. Depositaban el abundante metal precioso en profundos lagos y lo enterraban durante misteriosos rituales. Sin embargo, la enigmática Ciudad del Oro que buscaban ardientes exploradores y saqueadores desde el siglo XVI ha permanecido esquiva hasta hoy.

En la actualidad, el término El Dorado hace referencia a un mito sobre una misteriosa Ciudad de Oro perdida. El Dorado significa el dorado o el hombre dorado y, en un principio, se refería a los reyes de una tribu del norte de los Andes llamada Muisca.

Esta tribu, que existió entre el 600 y el 1600 d.C., realizaba un ritual de coronación que incluía grandes cantidades de ofrendas de oro a los dioses. Más tarde, el término adquirió un significado más amplio, que se refería a toda una ciudad perdida y, finalmente, a toda una región.

Hoy en día, la gente suele utilizar el término El Dorado para describir una gran oportunidad o un lugar de riqueza.

Un relato detallado del ritual de coronación fue registrado por el autor y explorador español, Juan Rodríguez Freyle, en su crónica titulada El Carnero, en 1636. Según Freyle, la tribu muisca celebraba la ceremonia en el lago Guatavita. El lago sagrado, situado cerca de la actual Bogotá, está situado en un cráter y rodeado de bosques, lo que aumenta la mística de los rituales que allí se realizan.

En la ceremonia, el rey se desnudaba, se cubría de polvo de oro y se enviaba al centro del lago en una balsa. Cuatro asistentes, cargados de joyas de oro, le acompañaban.

La balsa de caña llevaría más tesoros de oro y tendría incienso ardiente que la cubriría desde la orilla, junto con el incienso que se quemaba en las orillas. Cuando la balsa llegaba al centro del lago, el rey se zambullía en el agua, se limpiaba de su capa de oro y emergía como el próximo gobernante de su pueblo.

En 1856 se encontró en una cueva de Colombia una famosa tunja, una figura tradicional de oro. La tunja es una balsa de oro, muy parecida a la leyenda, con el rey y sus ayudantes a bordo y repleta de joyas de oro y otros tesoros.

El oro estaba ampliamente disponible en la antigua Colombia, tanto para los ricos como para los pobres. Se utilizaba como ofrenda espiritual en el culto al sol, más que como signo de riqueza, como ocurre en la sociedad moderna.

Era habitual que se utilizaran grandes cantidades del metal precioso en los rituales místicos, para que el pueblo permaneciera en armonía con el cosmos. Creían que el oro les ayudaba a comunicarse con lo sobrenatural. Con la ayuda de alucinógenos, se decía que los participantes en las ceremonias adornados con oro se transformaban en formas animales.

Según las fuentes, las ofrendas de oro eran producidas por hábiles artesanos mediante la técnica de la cera perdida. En esta técnica, se hace un modelo de cera del objeto. A continuación se crea un molde y el modelo de cera se cubre cuidadosamente en el molde de arcilla.

Una vez que la arcilla ha fraguado, se quema el modelo de cera del interior. Se vierte metal fundido en el molde y se deja que se endurezca. Cuando el metal se ha enfriado lo suficiente, se abre el molde con cuidado y se extrae la estatuilla u objeto dorado terminado.

Mapa sobre la posible ubicación de "El Dorado".

Muchas expediciones europeas fueron dirigidas en busca de El Dorado. El gobierno español se entusiasmó con los informes sobre la abundancia de oro en las regiones del norte de Sudamérica y quiso reunir todo el material sagrado de El Dorado que pudiera para fundirlo y enviarlo a España. Sin embargo, los españoles no fueron los primeros en buscar la mítica ciudad perdida. Entre 1531 y 1538, los exploradores alemanes Georg von Speyer y Nikolaus Federmann buscaron El Dorado en las actuales Venezuela y Colombia, pero no tuvieron éxito.

El conquistador español Gonzalo Jiménez de Quesada descubrió el lago Guatavita y los rituales de la tribu muisca en 1537. Quesada, y los exploradores que le siguieron, supusieron que en el fondo del lago había una fortuna en oro, tras presenciar o escuchar las elaboradas ofrendas de los lugareños.

En 1545, los exploradores Lázaro Fonte y Hernán Pérez de Quesada intentaron desecar el lago Guatavita para acceder a los tesoros escondidos en sus profundidades.

El método que emplearon consistió en una fila de hombres que utilizaban cubos para drenar el agua. Consiguieron bajar el nivel del lago tres metros, pero no fue suficiente.

Los hombres sólo pudieron recuperar unos pocos tesoros de oro del borde exterior del lago y no pudieron acceder al centro, donde creían que se encontraba el grueso de las ofrendas de oro. En 1580, Antonio de Sepúlveda intentó la misma hazaña, pero tampoco tuvo éxito. De Sepúlveda cortó una sección del borde del lago para drenar el agua, pero su experimento mató a muchos de sus trabajadores, cuando la pared del lago se derrumbó sobre ellos.

En 1595, el escritor y explorador inglés Sir Walter Raleigh partió en busca de El Dorado. Por aquel entonces, se creía que el lago Parime, en la Guayana, era el lugar de la ciudad perdida. No encontró El Dorado, pero volvió en una segunda expedición en 1617 para intentarlo de nuevo.

Llevó a su hijo en su segundo intento y, por desgracia, su hijo murió en una batalla con los españoles. La desgracia de Raleigh no terminó ahí. A su regreso a Inglaterra, fue condenado a muerte por violar el tratado de paz con España. El lago Parime fue etiquetado como El Dorado en los mapas ingleses hasta que la teoría fue refutada por un explorador prusiano, más de 150 años después.

Los diferentes sistemas de creencias suelen provocar la destrucción de una cultura o religión. La codicia hizo que los antiguos tesoros espirituales del pueblo colombino fueran saqueados de su tierra. Lamentablemente, estos artefactos sagrados fueron fundidos y apreciados simplemente por su valor material o su peso en oro.

Antonio B

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